Por decisión unánime del jurado, “Maldición Guahiba”, del comunicador social y periodista llanero Fernando Hernández Medina, ganó el premio Julio Daniel Chaparro” 2021 a la mejor novela por su propuesta narrativa ágil, descriptiva y de trama intensa, que los lectores de cualquier nacionalidad sentirán cercana por la universalidad de las pasiones y vivencias de sus protagonistas.
En honor al gran legado del escritor, poeta y periodista Julio Daniel Chaparro, asesinado impunemente a los 29 años en abril de 1991, la Corporación Cultural Municipal de Villavicencio (Corcumvi) creó el ‘Concurso de Poesía, Cuento Corto y Novela’, cuya primera edición cerró su convocatoria en octubre del año pasado. Hernández Medina eligió contar la historia en dos planos narrativos para llevarnos un recorrido de 287 páginas entre la surrealidad cotidiana de los Llanos Orientales y la desmesura urbana de Bogotá. Con personajes concretos, cálidos y difíciles, “Maldición Guahiba” evoca recuerdos propios y ajenos con los que el autor retrata la magia conocida y desconocida del llano, trayendo de paso al presente las tremendas injusticias cometidas contra los diferentes grupos indígenas que lo habitaron desde siempre, particularmente los sikuani (guahibos).
El origen del título gira alrededor de la maldición lanzada por una indígena deshonrada por el personaje cabeza de la familia eje del relato y su descendencia. Al igual que otros terratenientes de los llanos Orientales de la Colombia de 1900, el personaje maldecido practicó el “guahibeo” y “tohibeo” (cazar y violar indígenas) con consecuencias imprevistas para el último de sus descendientes: un joven actor de la televisión en ascenso, que desaparece sin dejar rastro. La trama se desarrolla en tiempos del narcotráfico y los grupos armados ilegales que asolaron a Colombia desde la década del 70, generando hechos que todos quisiéramos guardar en los baúles del olvido.
El rasgo de novela policíaca lo encarna el investigador veterano Cienfuegos, quien recela de la divina novia del infortunado artista y lleva sus pesquisas hasta el plano esotérico con la ayuda de la vidente Chamandala, poseedora de facultades que detectan malos presagios circulando por la Bogotá del nuevo milenio, desatados por la deuda “kármica” todavía pendiente